miércoles, 30 de junio de 2010

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Ciudad maldita. El mecánico

No entiendo, cómo a pesar, de que le dejo el mono de trabajo a mi mujer, para que lo lave, siempre me lo encuentro, con la misma grasienta suciedad de todos los lunes.
Últimamente se está haciendo más descuidada de lo normal, parece que ya no le interesan las cosas del hogar y apenas si se relaciona con los vecinos.
Ella no me lo quiere reconocer, pero presiento, que desde que pasó el “INCIDENTE” no ha vuelto a ser la misma. La noto ausente, ya no le interesan las cosas que le cuento de los clientes que se pasan por el taller. Anoche, sin ir más lejos, le estaba explicando que me había llevado el coche al taller, Romero, el administrativo que nos concedió el crédito en el Banco de Rivas, para que pudiéramos comenzar una vida en común, pero, por más que me esforzaba en contarle, lo muy cambiado que lo encontré y que notaba en él ciertas rarezas, antes desconocidas en su persona, como por ejemplo, el hecho de que ya no viste de traje y que parece un cualquiera, que pudiera uno encontrarse por la calle, ya que tiene el aspecto de un vagabundo., ni se inmutó. Me pregunto muchas veces, si todos estos cambios que noto, que están sufriendo todas las personas que conozco, tendrán que ver, con la liberación de ese indeseable virus, que nos afectó a cada uno de nosotros de diferentes formas. Algunos, todavía no se han dado cuenta, pero no todos hemos sentido los efectos en lo que se diría, de una forma negativa, sino mas bien, lo contrario. Ha hecho que se agudicen los sentidos de algunas de las 436 personas a las que nos afectó, o cómo es el caso de Tomás, el carpintero, ha hecho que parezca un erudito en temas varios.
No sé, creo que no va a salir nada bueno de todo esto y algún día, tendrá que terminar nuestra reclusión en esta maldita ciudad.
Ha sido un día largo de trabajo, pero cómo cada lunes, me dirijo a la floristería de Herminia, para comprar unas violetas y llevárselas a la tumba de mí amad…
!Dios mío¡ ¿ cuándo va a terminar este calvario?

lunes, 10 de mayo de 2010

1 )

Las consecuencias

Se encontraban todos reunidos en una gran sala, que se había construido, con el fin de que no hubiera que utilizarla jamás.
Se estuvieron preparando todo tipo de técnicos y profesionales en la materia durante décadas, siempre con la convicción de que nunca llegaría el momento en que tendrían que poner en marcha todos los protocolos necesarios para que empezara a funcionar la Estación Perdición.
Le pusieron ese nombre, porque si se daba alguno de los posibles casos para los que se habían estado preparando durante todos esos años, habría llegado la perdición del ser humano y lo que llevaba intrínsecamente en su significado dicha palabra, supondría la pérdida de cientos de miles de vidas humanas, animales y vegetales. Se perdería por completo la forma de vida que hasta ahora conocemos.
Ahora se veían en la necesidad de hacer frente a esta catástrofe de magnitud colosal, que había provocado la desaparición de una cuarta parte del planeta y que amenazaba con extenderse a más países.
Curiosamente, existía una posibilidad de que la situación mejorará por sí misma y era el hecho de que si el viento cambiara y se dirigiera al sur, hacia los países, con menos contaminación, habría una oportunidad para el resto.
Tras mucho discutir, acerca de que era lo que había provocado, que la atmosfera se incendiara de aquella manera, llegaron a la conclusión de que habían sido una serie acontecimientos, que se unieron y eso fue lo que provocó tal desastre.
El doctor James, tras haber recibido los últimos informes de la Sociedad Internacional de Geofísica, pudo constatar, que lo que había provocado aquel incendio del demonio, fue el hecho de que entrara en erupción el volcán del Teide y que todas las partículas, que lanzó al exterior y debido a su composición y las elevadas temperaturas, con que se mantenían en suspensión, entraron en contacto con los gases, que durante tantas décadas el ser humano a estado contaminando la atmósfera y esto hizo que se prendiera una llama, cual infierno se hubiera abierto paso hasta la corteza terrestre.
Ahora, cómo en la mayoría de los casos anteriores, toca reflexionar, acerca de lo que se ha estado haciendo mal y toca llorar la pérdida de tantas vidas de seres queridos.
Habrá que plantearse una forma de vida distinta de la que hemos estado llevando hasta ahora y…
Sr. James, parece que el viento, está dirigiéndose hacia el norte, exactamente hacia nuestra posición. Los satélites no pueden enviar la señal de cómo va evolucionando la nube, debido a que al estar formada por miles de partículas metálicas, impiden que traspase la señal.
Señor ¿Qué hacemos, avisamos a la población?
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El cliente

Ahora en la tranquilidad de mi hogar, dando las últimas bocanadas de humo al cigarrillo, que probablemente, mejor me haya sabido en toda mi vida, reflexiono acerca de todo lo acontecido durante este interminable y traumático día.
Cómo iba yo a imaginarme que al recoger el coche del garaje y encaminarme al aeropuerto, me encontraría en situaciones tan extrañas y enredos de los que apenas sabía cómo resolver, y lo que acabo de entrar en la empresa y que apenas tengo conocimiento acerca de lo que es hacer una disposición con un cliente y mucho menos de las características de este.
Recuerdo perfectamente, cuando estando en la terminal 2 del aeropuerto de Barajas de Madrid y pendiente de la salida del cliente por la puerta número 6, se me echó encima el cliente, sin apenas darme cuenta de la situación.
Venía acompañado por una señorita de unos 34 años, guapa, rubia de ojos azules y un cuerpo de vértigo. Me la presento, cómo Cristina, sus secretaria “pensé, la que te afila los lápices” horas después, él mismo confirmo mis sospechas acerca de Cristina, que para ejercer las supuestas funciones de secretaria, estaba extrañamente callada.
Me chocó la cercanía con la que me trataba Jose, el cliente, echándome la mano por encima del hombro, al tiempo que decía alegrarse mucho por tener a su servicio a un conductor “cómo el decía joven y que iba de su rollo”. Mas tarde descubriría cual era su rollo.
Nos dirigimos al hotel Hesperia, que es uno de los mejores hoteles de la ciudad y me sorprendió que al acceder al mismo, disponía de la suite presidencial.
Fue ahí, en el hotel, donde todo empezó a torcerse de una manera, que yo no comprendía bien. Me refiero a que cuando llegamos, se encontró con que la habitación no estaba todavía preparada y esto provocó una gran discusión en la recepción, con una aptitud nada amable, por parte de José. Yo intentando pasar desapercibido, me recosté en uno de los sofás de la entrada del hotel y atónito a lo que estaba viendo, decidí ir a tomar un refresco al bar, con el ánimo de que cuando volviera al hall, todo se hubiera solucionado.
Cual fue mi sorpresa, cuando al girarme no me encontré con la cara de Agustín, el camarero, sino mas bien con la de José, que estaba recibiendo las disculpas de la relaciones públicas y que se ofrecía poco menos que a regalarle la estancia en el hotel.
José aceptó las disculpas y se fijó en que yo estaba en su área de acción. Me incitó a que me tomara un whiskey con él y yo recliné la invitación dejándole claro, que no podía beber alcohol cuando trabajaba y accedí a tomarme otra coca cola.
Se despidió de mí, cuando le avisaron de que tenía lista la habitación y yo le dije que le esperaría en la recepción, para cuando me necesitara.
Pasaron unas dos interminables horas de espera, cuando, tras bajar a las rodillas el periódico, que estaba leyendo, vi cómo José se dirigía a mí, para preguntarme si me encontraba bién y yo cómo es lógico y en mi papel, siendo muy correcto, le conteste, que perfectamente. A lo que él me dijo, que cuando me preguntara que si me encontraba bien, significaba, que quería que me fuera a beber un whiskey con él. Cómo es lógico rehusé la invitación otra vez y les aseguro que no iba a ser la única en el transcurso de aquel día.
En ese momento me preguntó si conocía la suite presidencial, a lo que le contesté que no, que nunca había subido a ninguna habitación de aquel hotel, que se pensaba, que yo con mi sueldo miserable, podía permitirme aquel lujo.
Se empeño en que subiera con él a lo que accedí, pensando previamente en que iba a tener que estar todo el día con aquella persona y más me valía intentar llevarme bien y hacer un servicio profesional, del que no tuviera la más mínima queja.
Ya en la habitación, se empeñó en que me tomara otra copa de whiskey a lo que le contesté que me tomaría gustoso un refresco. Tenía la impresión de que no le estaba haciendo mucha gracia eso de que no compartiera sus gustos por el alcohol. Estaba completamente borrracho y se le veía que había tomado algo más aparte del habitual whiskey, “esas cosas se notan enseguida” y desde luego que no iba muy desencaminado, cuando estando en el sofá de la suite, llamaron a la puerta y al ir Cristina a abrir, apareció un hombre de color, que parecía jugador de baloncesto. Iba vestido de marca, todo en él indicaba que podía permitirse cualquier lujo, por muy costoso que fuera. Se extrañó al verme y le hizo una señal, apenas perceptible a Cristina, que se acerco a su cara y le dio a entender que no tenía porque preocuparse, que era del todo inofensivo. Pronto descubrí, que era un camello al que habían avisado para que les suministrara algo de cocaína, para pasar el día.
Tras marcharse el camello, José, se acercó a la puta y le dijo que me enseñara la suite. Yo extrañado la seguía, hasta que de repente nos encontramos en la terrada de la misma, donde se podía ver que tenía un jacuzzi, repleto de agua tibia y que daba unas ganas locas de probar.
José se acercó a mí y me culminó a que me metiera en el interior del Jacuzzi con Cristina y disfrutara de ella, cómo si fuera una parte más de los servicios que ofrecía el hotel.
Rechacé tan extraña invitación, de la mejor manera que pude y puse una excusa para poder ausentarme de la habitación y poder salir de aquel embrollo.
Antes de marcharme, pude ver encima de uno de los sofás que había unas fotos en las que salía José. Me acerque un poco más, para ver si podía distinguir con nitidez, lo que contenían y se me heló la sangre, cuando pude ver en dos de ellas a mi cliente ejecutando con lo que parecía una glock a dos negros en algún lejano lugar, fuera de España.
Me giré para salir de allí de manera que nadie se diera cuenta de que había descubierto aquellas fotografías, cuandome encontré pegada a mí la cara de Cristina que me decía que ella también las había visto en el club, en que le había conocido y que estaba presa de sus…
No podrían salir de aquella situación sin tener que hacer algo de lo que se tendrían que arrepentir el resto de sus vidas y de lo que tendrían que guardar secreto por la eternidad.
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Ciudad maldita. La panadera

Otra vez me tengo que levantar, para preparar el pan a estos desgraciados. El día que se repartieron los trabajos en aquella oficina maloliente, no tuve la mejor de las suertes.
Al menos, no es de los peores. Me he enterado, de que a alguno de los que viajaron conmigo, hasta Ciudad Maldita, han tenido peor suerte que yo.
Me ducho cómo cada mañana, sintiendo cómo el agua caliente, abre los poros de esta piel dada de sí, debido a todos los bollos que me cómo, no puede ser otra cosa que gula. No acabo nunca satisfecha y así me va. Cualquier día reventaré la faja que me pongo, para intentar disimular esas toneladas de más. Ha llegado un momento en que me da igual, que se me caiga el sudor salado, sobre las masas que utilizo en la elaboración de la bollería. No se merecen nada mejor.
Son las 06:00 y cómo cada día, espero a Fernando, el lechero, para que venga a “encenderme el horno”, siempre ha sabido buscarme el botón, que hace que se ponga a la temperatura adecuada. Resisto el resto del día, sin tener que pensar en lo mediocre que soy y me distraigo pensando en los momentos que me hace pasar Fernando, untándome la mantequilla y masajeándome las nalgas, cual masa de pan fuese.
Ha llegado un momento, en que no puedo ponerme medias, porque no las venden de mi medida y he optado por llevar una bata color azul clara, como si fuese una enfermera, lo que hace que Fernando se ponga más cachondo y bruto de lo que habitualmente está. ¿Qué pensaría la arpía de su mujer si se enterará de lo nuestro?
Tengo entendido que su mujer estuvo a la sombra una temporada, por haberle abierto la cabeza a una mujer que miro con ojos deseosos a “su hombre”
Ya está el pesado del mecánico, para recoger la barrita pequeña de pan integral, de todos los días. Alguien debería decirle, que por mucho pan integral que coma, no se van a ir los kilos que tiene, por la puerta de ese taller lleno de mugre, que siempre está lleno de coches (debido a que no es capaz de arreglar ninguno) a no ser, que no deje de comer ese kilo diario, de embutido variado y regado todo ello, por el vino barato de tetra-brik, que hace que no sepa, ni que herramienta necesita para arreglar los coches.
Otra vez noto que me están volviendo los tics y que no puedo parar, de girar el cuello bruscamente, hacia el lado derecho. Noto también, que se me cae el hilillo de baba, por la comisura de los labios. Tendré que tomar la pastilla que me receto ese desgraciado. Cabrón. Mierda de Ciudad Maldita.

sábado, 1 de mayo de 2010

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Penélope

Llevaba toda la noche recorriendo las aceras de un lado para otro, con la esperanza de que algún coche parara y le hiciera una señal, para subir al mismo.
Vestía su habitual vestido negro de raso y se notaba en algunas partes del mismo, que el tiempo había pasado y que se había cebado con él. Seguramente, se debía, a que era donde ponían sus sucias manos los clientes, habidos de un intercambio sexual, para poder sacar fuera toda la frustración, que les generaba el estar, con parejas que no satisfacían sus necesidades.
- Insensatos, si supierais lo que tengo, no os atreveríais a acercaros a mi persona, para solicitar mis servicios, pero allá vosotros, yo tengo otras necesidades que no pueden desatenderse, por mucho que me duela, el que podáis acabar sufriendo mi desgracia.-
Se llamaba Penélope, tenía unos ojos verdes profundos, en los que se adivinaba una cierta vida pasada, llena de penurias y desgracias. En otros tiempos, esos mismos ojos, sintieron la felicidad, la alegría de compartir, junto con su familia y amigos, momentos inolvidables. Ahora sus ojos, iban a juego, con el pelo negro, color azabache, en el que se podía distinguir, ciertas canas, debido a que el tinte barato que utilizaba y que compraba en la habitual tienda de chinos, que abría las 24 horas, no era de una excelente calidad, que digamos.
Sus medias, al igual que el resto de la persona y complementos, estaban llenas de agujeros, eran de redecilla y se les notaban los hilos sobresaliendo a la altura del borde de la falda.
Penélope, en lo único que podía pensar, durante todo el día y desde hacía dos semanas, era en cómo iba, a poder encontrar, a la persona que se hiciera cargo de Tina, su hija, cuando ella ya, no pudiera estar a su lado y eso le comía por dentro.
-Pero que injusta había sido la vida con ella- Aún así, podía sobrellevarlo, pero no estaba segura de que no se fuera a derrumbar en cualquier momento, debido al problema, que tenía con Tina.
De pronto, cuando estaba cruzando una de las calles, más transitadas por coches, que iban buscando ese tipo de servicios, se acercó hasta ella, un monovolumen, que a ella le pareció haber visto alguna vez por la zona, lo que le produjo, cierta tranquilidad. Se animó, pensando que por fin, iba a comenzar a trabajar y esperanzada en que fuera una noche, en la que pudiera conseguir bastante dinero, de todos esos desgraciados. Esos salidos, tenían por divertimento, el hacer todo tipo de obscenidades, con su maltrecho y usado cuerpo.
Le extraño que le preguntaran, si tenía a alguien que le esperara, pues querían sus servicios para toda la noche, pero tal y cómo estaba la cosa, no iba a poner ningún tipo de impedimento y tras decirles que no y que estaba libre para ellos, se subió al coche y se encaminaron al domicilio de uno de los ocupantes.
Le ofrecieron una raya de coca, a lo que ella, que estaba acostumbrada accedió sin problemas. Tenía por costumbre, meterse algo para el cuerpo, para soportar mejor el trago de tener que estar con esos cerdos.
Ya en la casa, se excusó, diciendo que tenía que ir al cuarto de baño y al dirigirse al mismo, encontró una puerta entreabierta, de la que salía un olor fuerte, ácido, como si estuviera el aire viciado. Pudo ver encima de la cama de la habitación, algunas ropas y complementos, que no le costó mucho reconocer. Eran cosas de sus compañeras de zona, esas, a las que no había vuelto a ver, desde hacía varias semanas y por las que todo el mundo se preguntaba.

domingo, 28 de marzo de 2010

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La memoria que no olvida

Francisco y Jonás, se conocían desde la infancia. Vivían en el mismo pueblo, se habían criado juntos y habían compartido muchos momentos. Francisco, tenía una forma muy agresiva de ser y ya, desde pequeño, se intuía que lograría lo que se propusiera.
Había conseguido, a la chica más guapa del pueblo, ésa por la que todos los mozos de la aldea suspiraban y les volvía locos. Todos intentando que les hiciera caso, regalándola cosas y acercándose a la puerta de la casa, con todos tipo de proposiciones, para descubrir, que no tenían nada que hacer, porque Francisco, estaba detrás, mostrando todos sus encantos, que no eran otros, que dar unos mamporros, a todos aquellos que no se avenían a razones.
Todos estaban locos por Amelia, incluso Jonás, no pudo resistirse a sus encantos y decidido a presentar batalla, se encaminó a probar suerte, en tan difícil misión, cómo era el hecho de actuar a espaldas de su amigo Francisco y exponerse, no ya a perder su amistad, sino, arriesgarse a sufrir la violencia en su cuerpo, por parte de su amigo.
Incomprensiblemente, Amelia le correspondió, porque a pesar de que no era muy agraciado físicamente, siempre se había dicho, que Jonás llegaría muy lejos, ya que era un chaval muy despierto, listo y trabajador. Siempre le había gustado el tema de los negocios y cada vez que tenía ocasión, invertía los pocos ahorros de que disponía, en la compra de alguna tierra o local.
De esta manera, se fue haciendo una de las personas con más propiedades del pueblo y con más poder, dentro de lo que eran los terratenientes del municipio.
La vida le sonreía, porque tenía a su lado, a la mujer que todos querían y deseaban, pero por otro lado, sentía que no era del todo feliz, porque su amigo Francisco, no había vuelto a ser el mismo, desde que se enteró, de boca de Jonás, que Amelia, correspondía a su amor.
Jonás, intentó por todos los medios, recobrar la amistad, de la que tantos años atrás, habían disfrutado ellos dos. Intentó, que su amigo Francisco, fuera socio suyo, en algunos negocios, para de esa manera, ir acercándose a él y que todo volviera a ser cómo antes.
Extrañamente, Francisco accedió a sus proposiciones, sin oponer cierta resistencia, que hacía ahora, de esta manera dudar a Jonás, de su amigo Francisco, pero sin entender muy bien, el por qué.
Dudaba de él, pero no podría decir exactamente por qué. Sabía que algo no iba bien. Lo normal era, que Francisco, mostrara su cara más agria, mas, teniendo en cuenta que Jonás, se había quedado con la mujer que él quería.
Un día, se presentó Francisco en casa de Jonás y a éste le pareció, que su amigo venía de mejor humor que de costumbre. Francisco le propuso que pasaran el día yendo al campo, a cazar, pues hacía mucho tiempo, que no compartían una jornada de caza y creía que ya era el momento y la ocasión de poder hablar sobre un asunto, que le rondaba la cabeza a Francisco, desde hacía muchos años.
Jonás, pensó, que por fin, su amigo le iba a abrir su corazón y así, de esa manera, podrían volver a disfrutar de su añorada amistad.
Ya en el campo, cada uno de ellos con sus respectivas escopetas al hombro y con el morral cargado de chorizos, morcillas y dos botas repletas de rico vino, que Amelia les había preparado, se dispusieron a ocupar sus puestos de vigilancia y caza.
¿Qué es eso que se mueve entre la maleza, Jonás? Acércate, con cautela, que yo te cubro.

viernes, 12 de marzo de 2010

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La conspiración del tercer mundo

Formaban un grupo de personas, que tenían una cosa en común, acabar con esos malditos bastardos, que habían estado sangrando a sus países, con el respaldo de gobiernos y multinacionales.
Se habían ido conociendo en diferentes países con el paso de los años y en las universidades a través de una red social, que inventó uno de sus integrantes, para que se pudieran poner en contacto, sólo y exclusivamente mentes dotadas de un gran coeficiente y que llevasen a sus pueblos en el corazón.
Interesaban todo tipo de personas, en cuanto a los diversos trabajos que desarrollaran, pero principalmente, prestaban una especial atención, a dentistas y técnicos, en diferentes ramas. Lo que se proponían, era de una dimensión tal, que llevarían al primer mundo, a la era de los dinosaurios. Tendrían que volver a empezar de nuevo, pero esta vez, iba a ser diferente, puesto que los mal llamados, países del tercer mundo, tendrían la sartén por el mango.
Samuel había tenido un sueño, en que todo esto ocurriría, pero necesitaba idear un plan con el que poderlo llevar a cabo. Tras años de idearlo y una serie de contactos con personas influyentes en todos los ámbitos de la sociedad, había llegado el momento de empezar a desarrollar su misión. Cuantas personas dejarían de sufrir, pero cuantas otras iban a probar el sabor de la impotencia y la amargura, sin entender el porqué de aquello, que les estaba pasando y contemplando desde primera fila, la degradación del ser humano.
Samuel llegó a su despacho del edificio Hummer, situado en el centro de la ciudad y rodeado por todas las arterias principales de la ciudad. Cerca de su puesto de mando, “cómo le gustaba llamar a su puesto de trabajo, ya que desde allí dirigiría toda la operación” se encontraban las sedes sociales de las empresas más importantes del mundo, la bolsa, a pocos kilómetros, el aeropuerto, por el que pasaban unos 89 millones de personas al año y una serie centros oficiales, que dirigían las vidas de todo el mundo. Lo iba a contemplar todo, desde el mejor puesto de observación, que uno pudiera imaginar.
Comenzó a hacer una serie de llamadas, por un orden previamente establecido, en función del rango de la persona que estaba encargada de una parte de la operación, hasta llegar al último. Le llevaría todo el día, pasaría horas dando órdenes para que todos los hilos, se movieran de una forma ordenada y coordinada, para no fallara nada. Durante todos estos años, los dentistas habían estado muy ocupados implantando los neurotransmisores en el interior de las cavidades dentales, sin que los interesados se dieran cuenta. Era una red enorme, que estaba implantada en todo el planeta y que requería de una precisión aplastante para ponerse todos de acuerdo, de tal manera que empezará en todo el mundo la operación al mismo tiempo.
Los transmisores, que habían desarrollado, enviarían al cerebro de la persona que los portaba, una serie de órdenes sin sentido, que harían que, este, al no comprender tales mensajes, se vería inmerso en un laberinto de interrogantes. Por decirlo de alguna manera, se irían necrosando las partes relativas a la consciencia y a la parte relativa a las órdenes que se mandan a nuestro aparato locomotor.
Aquí Centro Odontológico Internacional, dígame.
Hola Samuel, cómo estás… Pensé que nunca llegaría la hora de hacer pagar a esos desgraciados todo lo que han estado haciendo a nuestros pueblos. Se van a enterar.

lunes, 8 de marzo de 2010

1 )

El nuevo vecino

Se habían presentado ya hacía unas semanas. A Óscar siempre le había gustado tener un vecino cerca para poder charlar y compartir momentos con él.
Suele surgir de forma espontánea, pero esta vez no fue así, ya que Timoteo, el nuevo vecino, no le había dicho cual era su profesión. Óscar pensó, que se lo diría más tarde, en otra ocasión, según fueran conociéndose mejor y hubiera más cercana entre los dos.
Pero, el interés que tiene el ser humano, en averiguar la vida de los demás, a veces suele ser peligroso, porque nos empeñamos en intentar averiguar cosas, que, por otro lado, no nos interesan para nada, ni van a cambiar nuestras vidas en modo alguno.
Y esto le pasó a Óscar, no pudo evitar la curiosidad, que le estaba comiendo por dentro y claro, se propuso averiguar, que era eso, que a su vecino, tras varias semanas, no era capaz de contar y que hacía que pareciera más distante de lo habitual en un vecino.
Solía llegar a su casa, casi siempre de madrugada, con diferentes coches, que por cierto, eran bastante grandes y siempre con la parte trasera de los mismos, con los cristales ahumados.
No es que Óscar estuviera pendiente, de a qué hora llegaba su vecino cada día, pero tenía por costumbre, cuando no podía dormir, acercarse hasta la ventana del cuarto de invitados, que daba a la calle principal, donde se aparcan los coches, para fumarse un cigarro, contemplaba pasar la noche, en su tranquilidad y viendo, cuando hacía aire, cómo se movían las ramas de los árboles. A Óscar, siempre le gustaba la paz, que se respiraba en las noches de verano, cuando al abrir las ventanas, uno podía intuir, lo que se estaba haciendo en el interior de las casas de los vecinos, de la urbanización.
Una noche, pudo comprobar, cómo todas las sospechas que tenía, acerca de Timoteo, no eran más que fundadas y estaban precocinadas en el interior de su subconsciente. Pudo ver, cómo al llegar su vecino, éste, se dispuso a descargar del interior del vehículo, lo que parecían una serie de fundas pesadas, de las que se utilizan para llevar trajes y que no se ensucien. Entonces, fue cuando comprendió, a lo que se dedicaba su vecino, era comercial de ropa y se pasaba casi todos los días, visitando a los propietarios de tiendas, para enseñarles el muestrario.
Que desconfiado he sido “pensaba Óscar” y se sentía mal por haber dudado, acerca de su vecino y no haberle dado la posibilidad de explicarle, a que se dedicaba, en su debido momento, que era ni más ni menos, que cuando él quisiera.
Pasaron los meses y se acercaban esos días de invierno, en que se vuelve todo gris, frío, los árboles, apenas tienen hojas que mostrar a los que les miramos, encantados durante el resto del año y cómo muchas otras noches en las que Óscar, se acercaba a su ventana para saborear, uno de esos cigarros mentolados, que tanto le gustaban y que le transportaban a un mundo en que desaparecían todas las preocupaciones del día a día, en que el trabajo, la familia y todo lo que rodea a estas dos cosas, pudo ver, cómo una densa niebla, estaba invadiendo toda su calle y apenas se veían los reflejos de las luces de las farolas, que tenía al alcance de su vista, enfrente de su casa. En ese momento, escuchó a lo lejos, el rugir de un motor, que no le era del todo desconocido, era el motor del coche de su vecino, que se acercaba, cómo cada noche, para descargar la mercancía y meterla en el interior del garaje, que era el sitio ideal para guardarla, ya que desde allí, apenas le costaba cargar el coche, que a su vez, se quedaba en la calle, por falta de espacio.
Óscar pensó, que sería buena idea, acercarse a echar una mano a su vecino, para entablar conversación y así conocerle un poquito mejor. Bajó las escaleras de su casa a oscuras, para no despertar a su familia y procurando hacer el menor ruido posible, abrió la puerta de su casa y la del jardín, que era de forja y estaba por completo, llena de las gotas del rocío que estaba dejando la fría madrugada.
Hola vecino, ¿te echo una mano? Parece que lo que estás cogiendo, pesa demasiado. ¿Qué es eso que cuelga de esa bolsa, parece un brazo de…?
Mamá ¿donde está papá? La ventana de la sala de estar está abierta de par en par y sus zapatos todavía están junto a su ropa.

miércoles, 3 de marzo de 2010

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El menú

Hoy va a ser un día especial, un día del que se hablará durante mucho tiempo en los medios de comunicación y quedará en los recuerdos de las personas durante muchos años. Será algo de lo que no podrán dejar de hablar, porque cada vez que vayan a comer con sus familias a algún restaurante, siempre estarán pensando en su interior en aquello que pasó en el interior de aquel famoso local.
Me he tomado muy en serio, aquello de que mis platos estaban poco elaborados y que parecía que los había hecho un aprendiz de pinche de cocina.
No os preocupéis, que estos serán mis platos estrellas y por los que seré recordado, durante mucho tiempo.
He podido enterarme de que esta tarde van a venir al restaurante ésos desalmados de críticos gastronómicos, que sin piedad, se permiten criticar el trabajo de uno, sin ni siquiera tener en cuenta, el tiempo y cariño que dedico a mis creaciones.
He perdido todas ganas de vivir, yo que era pura fantasía delante de los fogones, que no paraba de crear y de compartir mis platos, con las personas que para mí, más importancia tienen, dentro de lo que es un restaurante, que no son otras, que los personas que ayudan, a que uno pueda hacer realidad, sus fantasías culinarias.
Tengo la intención de que mueran de tal forma, que durante mucho tiempo, la policía tenga que investigar a fondo, para descubrir el modo y el ¿por qué?
Me ha llevado tiempo averiguar lo que necesitaba de cada una de estas dos personas que han arruinado mi vida y la de muchas otras personas, al igual que todos aquellos críticos de otras actividades. Espero que se lo piensen a partir de ahora, cuando tengan que hacer alguna crítica a la ligera. No digo que porque uno piense que el trabajo que hace merece más, todos tengan que reconocértelo, pero al menos, lo único que deberían de tener, es un poco de tacto a la hora de hablar sobre el mismo.
Ya han llegado, se sientan y Ramón, como siempre, tan servicial, los atiende con toda profesionalidad y les recomienda los platos estrella del restaurante, obviamente elaborados por mí.
Se les sirve una copa de un Gran Ribera, para que vayan haciendo boca, mientras llega el primero y que así tengan tiempo de examinar las, maneras de trabajara de todo el personal que compone ésta gran familia y de paso admirar la decoración de estilo provenzal, de la que todos nos sentimos muy orgullosos.
Aquí tienen el primero de sus peticiones, el chef, desea que les guste y que disfruten de los sabores que descubrirán, explotarán en el interior de sus paladares, haciéndoles sentir cómo en otro mundo, será cómo si transportaran sus mentes a otros mundos.
Está exquisito, noto un cierto sabor en el fondo a piñones de Madagascar
¿Tú no eras alérgico a los piño…?

jueves, 18 de febrero de 2010

1 )

Justa venganza

Ya llevaban tiempo juntos, realizando diferentes actos para los que se habían puesto de acuerdo hacía varios años. Todo empezó cuando Mario, decidió acercarse al cementerio de La Almudena, para entablar una conversación con el hijo de la víctima.
No sabía si saldría bien, pero tenía que intentarlo, tenía que acercarse y decirle con mucho cuidado, que era lo que pretendía. Podría salir bien, pero por otro lado, se le podrían torcer las cosas y acabar siendo denunciado por parte de Pablo.
Esperó a que se acabara el funeral y cuando ya todas las personas reunidas, empezaron a dispersarse, fue cuando encontró el momento.
Tú no me conoces, pero me gustaría hacerte una propuesta. Déjame que te explique mi plan y el porqué de esta reunión contigo y las que pretendo tener con otras tres personas más, cómo tú y cómo yo. A todos, nos une un mismo vínculo y es el hecho de que a nuestras madres, las han matado esos desgraciados, que se hacen llamar: “papá”
Se me ha ocurrido, que podríamos organizarnos de alguna manera y hacer que paguen por sus delitos, ya que para mí, con la cárcel no es suficiente. Creo que no tienen derecho a seguir respirando el mismo aire, que respiran las demás personas. Tengo la impresión de que estaríamos haciendo una obra social, ya que, aparte de estar quitando de la circulación a unos asesinos, estaríamos quitando un gasto al país, ya que si fueran a la cárcel, tendríamos que mantenerlos con nuestros impuestos y por otro, lado satisfaríamos nuestras ansias de venganza.
Pablo, al principio, un poco reacio y sorprendido, por lo que acababa de escuchar y lleno de furia interior, decidió para sorpresa de Mario y de una manera muy rápida, que estaba totalmente de acuerdo con lo que había escuchado y que esa era la manera, de sacarse toda la rabia que tenía.
Una vez terminada la charla, se encaminaron a las direcciones de las otras tres personas, que en esos momentos, desconocían cual iba a ser su futuro inmediato y cómo el destino se pondría de su lado, para vengar las muertes de sus seres queridos.
Para Mario, todo discurrió con inquietante normalidad, ya que ninguno le ponía traba alguna a su planteamiento y todo fue más fácil que al hablar con Pablo, por primera vez, porque por suerte, le tenía a él, que le apoyaba a la hora de explicar lo que tenían en mente.
Así fue, cómo una vez todos de acuerdo en crear el grupo, empezaron a tomar decisiones acerca de cómo iban a terminar, con las vidas de esos desgraciados.
Curiosamente, todos estuvieron de acuerdo, en que el primero, debería de ser el padre de Mario, ya que era al que se le había ocurrido la genial idea.
Tomaron la decisión de ejecutar al padre de Mario los demás, para que, de esa manera, él no se viera involucrado y así lo fueron haciendo con el resto. Siempre se quedaba fuera del asesinato, el hijo de la víctima en cuestión. Antes de que se cometieran los asesinatos, siempre se procuraban una buena coartada, para que a la hora de la investigación, por parte de la policía, no les pudieran coger en un renuncio. Obviamente, que cuando les preguntaran, no tendrían que hacerse los dolidos, ya que el muerto en cuestión era el asesino de su madre.
Lo que más les sorprendió, cuando acabaron de cometer los asesinatos, fue la poca polvareda mediática y policial, que se levantó, a raíz de los asesinatos, era cómo si no tuvieran la necesidad de investigar, lo que estaba pasando.
De esta manera, es cómo hoy en día, nos seguimos dedicando a vengar las muertes de tantas mujeres, muertas a manos de sus maridos.
Buenos días Luis, ¿te importaría que tuviera una conversación contigo para plantearte una cosa? Yo soy Mario, este es Pablo y estos son…
(En el telediario de una cadena de televisión): "Buenos días, por primera vez y desde hace muchos años, están bajando el número de agresiones a mujeres, que al…"

miércoles, 17 de febrero de 2010

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La mujer del cementerio

Tras llevar toda la noche circulando por la ciudad y viendo que no encontraba clientes que estuvieran dispuestos recibir mis servicios, decidí acercarme a uno de los cementerios de la ciudad. Allí seguramente encontraría alguno.
Me extrañó que al llegar a las puertas del cementerio del Este, no hubiera más coches, sin embargo pude ver uno de los coches de un compañero extrañamente con las luces dadas y el coche arrancado. No me dio más tiempo de pensar en ello, pues de entre las rejas de forja que coronan el cementerio, salió una señora con aspecto un tanto inquietante. Iba bien vestida, se diría con clase, pero cómo si la ropa no estuviera bien colocada.
Se subió al coche y me dijo que la llevara al cementerio del Norte. No le di demasiada importancia al hecho de que la señora saliera de uno y quisiera ir a otro. “Es normal, que cuando las personas estén recorriendo el cementerio, después se dirijan a otro, pues es normal que si han tenido diversos fallecimientos en su familia u amistades, dependiendo de donde vivan, se les lleve a alguno de los tres cementerios que hay en la ciudad”.
Había algo inquietante en su rostro, era una mezcla de satisfacción y de premura por llegar al destino. Tenía unos ojos vivos, negros, profundos. Su pelo negro era largo y estaba enredado, como si hubiera estado revolcándose por el suelo de un prado y éste estuviera lleno de espigas. Había algo inquietante en que la señora no parara de mascar, no entendía cómo saliendo de un cementerio, uno podría tener ganas de comer nada.
Llegamos al destino y me dijo que si podía esperar por ella, que volvería en poco tiempo. Obviamente que accedí a su petición, viendo tal y cómo estaba la noche era mejor aguantar.
Aunque realmente no me hacía mucha gracia el tener que estar visitando cementerios toda la noche. Aquí, en mi ciudad, siempre se ha escuchado una historia de terror en la que se dice que hay una mujer que algunas noches se aparece y se dirige a los cementerios para alimentarse de los muertos. Lo reconozco, soy un poco supersticioso, pero debería calmar los nervios.
La mujer apareció de nuevo y al subirse al coche, parecía más acelerada que cuando se subió por primera vez. Tuve la sensación de que sus ropas, todavía estaban más descolocadas y quizás un poco sucias. Se me heló la sangre, cuando me pareció entrever entre sus dientes un trozo de lo que parecía un hueso humano.
La mujer me indicó que nos dirigiéramos al tercer y último cementerio de la ciudad, el llamado del Sur.
Al llegar al destino, la señora me pidió el favor de que la ayudara a acceder hasta el interior del mismo con una excusa un tanto forzada. En fin, que le iba a hacer. La acompañé.
Llevaba toda la jornada circulando por la ciudad y se me había dado bastante bien, pero tengo por costumbre acabar mi jornada de trabajo por la zona del cementerio del Sur, ya que suele ser una zona tranquila en que las personas que cogen un taxi, siempre suelen ir calladas y eso a esas horas de la noche es lo que necesito.
Me extrañó que al llegar al cementerio hubiera ya otro taxi arrancado y con las luces dadas. Extrañamente no estaba el conductor en su interior.
Buenas noches señora. ¿A dónde vamos?
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El descubrimiento de Juan

A Juan no le terminaba de convencer eso que le decían sus padres. Siempre insistían en que si no le gustaba estudiar, tendría que trabajar. Toda la vida oyendo la misma cantinela. No entendían que él, lo que quería, era disfrutar de sus amigos, pasárselo bien con su pandilla.
Pero por lo visto, no estaba en disposición de enfrentarse continuamente a sus padres, ya que, cómo ellos decían: “mientras vivas debajo de este techo, harás lo que nosotros te digamos”
El padre de Juan, que un poco chapado a la antigua, no entendía que nadie estuviera viviendo del cuento en casa de sus padres, decidió hablar con un amigo suyo que trabajaba en una empresa de coches, para que le diera un puesto a su hijo. Se había ganado ese derecho a pedir un favor, después de haberse dejado el alma y parte de su vida, para más tarde descubrir, que no era más que un número de la Seguridad Social.
En su mente estaba que su hijo decidiera volver a los estudios, cuando viera lo duro que es tener que madrugar, pasar frío y volver a casa agotado, encima con un sueldo miserable. Estaba decidido a que su hijo aprendiera la lección.
Juan en cambio, lo que peor llevaba, aparte de madrugar, era el recorrido que tenía que hacer hasta la fábrica. Tenía la impresión de que algún día le iba a pasar alguna cosa por el camino, ya que tenía que coger dos autobuses hasta llegar al pueblo donde estaba ubicada la fábrica, después tenía que recorrer una distancia bastante larga sorteando todo tipo de caminos inhóspitos, desahitados, pasar por debajo de puentes, en los que las sombras podrían esconder cualquier sorpresa, y a su vez estaban todos llenos de grafitis. ¿Quién podría ir hasta allí a promover su arte?
La verdad, es que Juan a pesar de su juventud, era un chaval, que gracias a que practicaba mucho deporte en las canchas del parque, que había al lado de su casa, tenía un físico bastante desarrollado. O cómo se dice de otra manera, estaba bastante cachas. Pero todo esto contrastaba con que era un poco miedica, siempre le habían dado bastante miedo las películas subidas de tono en cuanto a violencia que se mostraba en ellas.
De repente, cómo un huracán, aparecieron de detrás de unos árboles, protegidos por las sombras de la noche, dos personas corriendo, que al pasar a su lado, no pudieron evitar golpearle y casi provocar que cayera al suelo.
Juan, por precavido y asustado hasta la médula, decidió no mirar atrás, ni hacer comentario alguno. Continuó su camino pensando en las dos personas con las que se había tropezado y teniendo grabada en su retina, la cara de uno de los dos, que corrían cómo una exhalación. Al otro, no tuvo tiempo de verle…
De pronto, se tropezó con unas bolsas de plástico negras, de las que se utilizan para la basura, tamaño grande. Extrañamente, estaban ocupando parte del camino y se adentraban en el campo. Juan decidió retirarlas a un lado, cuando se dio cuenta de que en el interior de una de ellas había algo extraño. Iba a abrir una de las bolsas, cuando de repente sintió algo frío en su espalda,,,
¿Por qué no sentía nada más? Sólo le dio tiempo a girarse y comprobar, el rostro de la persona que tenía delante de sí. Curiosamente, con una bolsa de plástico negro en las manos, y unos ojos nada desconocidos para él.

domingo, 14 de febrero de 2010

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Milín y los lobos

Se llamaba Milín y estaba muy contento de haber ido con su padre en el motocarro a llevar a la piara de cochinos hasta la aldea desde los prados donde estaban pastando. Se les alimentaba principalmente de pienso y bellotas.
De camino de vuelta a su pueblo se estropeó el vehículo y el padre optó por qué Milín de siete años cogiera la moto que llevaban siempre en la parte de atrás del motocarro y arreara él solo con los cochinos hasta la aldea. El padre decidió quedarse hasta ver si podía arreglarlo, no podía esperar más tiempo ya que la noche se estaba echando encima y había lobos por el lugar. El padre sabía que era una responsabilidad muy grande la que le estaba encargando a su hijo de tan corta edad. Pero el niño se armó de valor y le dijo a su padre que él era capaz de cumplir con el encargo y que no se preocupara, que llegaría con los cerdos sin problema hasta su granja.
El chiquillo emprendió la marcha y la mala suerte se cebó con él, pues la moto se quedo sin combustible. No le quedó más remedio que dejarla abandonada en la cuneta y con mucho temor de que su padre le regañara por haberla dejado abandonada y lo que era peor esto le iba a retrasar la llegada. “Lo haré igualmente” se dijo. "No voy a defraudar a mi padre, se lo prometí y lo cumpliré."
Milín se adentró en el bosque y al poco empezó a escuchar pisadas a su alrededor, venían de diversas direcciones y cuando se paraba el muchacho, ellas también paraban. El corazón se le salía del pecho, estaba desbocado, sabía muy bien a quién pertenecían esas pisadas que les estaban acompañando y que esperaban un descuido del muchacho para abalanzarse sobre él.
De repente cuando ya se estaba acercando al puente de los cardos, se le llamaba así, obviamente por las famosas plantas puntiagudas que se criaban a su alrededor, notó que algo no iba bien, notaba que había una sombra tras de sí y no se atrevía a girarse para comprobar de que se trataba. Pero no tuvo que esperar mucho tiempo para descubrirlo, hay que de repente una mano se poso en su frágil hombro y casi se dio un infarto en ese preciso momento. Era el vigilante del puente que le estaba gastando una broma y que se estaba retorciendo de la risa que le había provocado el ver la cara de terror que tenía el chiquillo “más tarde el padre de Milín le ajustaría las cuentas por ese hecho a este desgraciado”.
Por fin extrañamente habían desaparecido las pisadas que le habían estado atormentando durante todo el recorrido y viendo que se había hecho muy tarde decidió pedir ayuda a los habitantes de la primera casa que había a la entrada del pueblo. Los habitantes se apiadaron del chaval y le dijeron que se metiera con los cochinos en el pajar a esperar que apareciera su padre. El niño muy agradecido les dio las gracias y se encaminó al lugar que le habían dicho al tiempo que iba descubriendo porqué hacía tanto tiempo que no escuchaba las pisadas de los lobos… Empezó a contar los cerdos y faltaban…
Al día siguiente apareció el padre en la granja a recoger a su hijo y este al verle no llegaba a comprender por qué su padre tenía las manos ensangrentadas…
En el pueblo se murmuraba mucho acerca de lo que había pasado. Todos buscaban a alguien que quisiera desempeñar ese trabajo, pero nadie quería estar las noches custodiando un puente en el que había ocurrido aquello.

viernes, 12 de febrero de 2010

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La deuda

Como cada mañana, se encaminó al garaje de su empresa a recoger el coche y el trabajo que tenía para el día. Hoy no iba a tener más que un servicio y era lo que en su empresa y en su sector se conocía como una disposición, que consistía en estar todo el día con un cliente para lo que él quisiera. Estaba acostumbrado a llevar a todo tipo de personas, buenas, malas, curiosas, egocéntricas, charlatanas, calladas ..., en fin, un mundo, lo que venimos a ser cada uno de nosotros.
Para poder seguir el ritmo de este trabajo, que es muy exigente, y en el que se trabajan demasiadas horas, no somos pocos los que tenemos diversos vicios como drogas, prostitutas, alcohol... son algunas de las cosas que se hacen, y que generalmente acaban afectando a la vida familiar.
Yo, en concreto, tenía el vicio del juego y ya no sabía, ni recordaba cómo había llegado hasta allí. Debía más de lo que me podía permitir. El día no tenía suficientes horas para trabajar y ganar dinero y así ,de esa manera, poder pagar las deudas que tenía. Sabía a lo que me exponía, el que se mueve en ese mundo sabe que, tarde o temprano, pagas de una manera o de otra.
Me dirigí al aeropuerto a recoger al cliente del que me habían dado sólo el nombre y del que no me habían dicho apenas nada acerca de lo que quería hacer. Es costumbre que haya clientes que te pidan cosas muy extrañas, para lo que tienes que estar preparado muy bien y ser un buen profesional. Debes conocer todos los sitios y todas y cada una de las cosas que te ofrece esta ciudad.
Por fin salió, después de estar esperándole un buen rato en llegadas de la terminal, me presenté, y al decirle mi nombre, su cara sufrió una leve transformación, casi imperceptible, pero la note. "¿A dónde vamos?". "Al casino, tengo que hablar con el director, para que me dé una información acerca de unas personas. ¿Lo conoce usted?" Yo diría que demasiado bien, le dije.
Salió con una carpeta bajo el brazo, que empezó a estudiar con sumo cuidado y de vez en cuando me dirigía una mirada entre extraña y perdida.
Nos dirigíamos al centro de la ciudad sin destino fijo cuando, de repente, me hizo una pregunta para la que no estaba preparado: "¿me contestas a una pregunta?". "Por supuesto, usted dirá!". "¿Negro o rojo?"
Debería haber dicho negro.
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El destino

Me levanté, como cada mañana, siguiendo la misma rutina diaria. Me duché, tomé el café y encendí la radio para irme poniendo al día de lo que pasaba por el mundo.

Cuando salí de mi ciudad para llegar hasta donde quería profesionalmente, no imaginaba que llegaría a aburrirme de esta manera. Cada día es lo mismo, siempre el mismo tipo de noticias, estoy asqueado de este trabajo.
Echo mucho de menos a mi familia, a mis padres que, como cada mañana, se acercaban a la panadería, bien temprano para que tuviera siempre en la mesa de madera rústica, que teníamos en la cocina, unas tostadas recientes, hechas con ese pan que nunca más he vuelto a encontrar en ningún sitio. Recuerdo con enorme cariño los paseos que daba con Marisol hasta la entrada a la ciudad, donde siempre acabábamos sentándonos en el mismo banco y hablando sobre lo que nos gustaría hacer cuando fuéramos mayores. Echo de menos a mi perra Linda, con la que jugaba por las tardes en los prados de mi padre. En fin, que en cuanto pueda volveré a mi ciudad y dejaré atrás este bullicio de ciudad y encontraré la tranquilidad tan ansiada.
Entro en los estudios y me dirijo a maquillaje para prepararme antes de ver el guión de lo que tendré que decir.
¡Buenos días! y suelto la parrafada de turno sin emoción ninguna…De repente, observo un gran alboroto detrás de las cámaras, con mucha gente corriendo de un lado para otro y con las caras desencajadas… Me entregan un comunicado de última hora. Ha ocurrido un desastre geológico en la zona de… El epicentro del terremoto se ha identificado más concretamente en la ciudad de… “Nunca más volveré a comer esas ricas tostadas”.
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El viaje

Llevaba mucho tiempo desempeñando ese trabajo. Se había acostumbrado a pasar desapercibido entre el resto de las personas. No sé porqué, pero hay trabajos que hacen que te sientas como si no existieras para los demás.

Tú estás ahí, desempeñando una función, paseando y vigilando para que los demás estén seguros, al menos en el sitio en el que personas como yo desempeñamos el trabajo de vigilancia. Siempre he trabajado en el turno de noche, llega un momento en que te acostumbras a ese horario, a ir en contra de lo que es el tempo normal del resto del mundo. Paseas entre ellos, vas absorto en tus pensamientos, se cruzan contigo, te rozan a lo más, pero es como si el viento soplara un poco más fuerte de lo normal.
Me ofrecieron muchas veces trabajar durante el turno de día, mis jefes decían que no era una persona muy sociable y que necesitaba relacionarme un poco más con las personas y compartir mis pensamientos con ellos. Nunca acepté, no trabajaría nunca de día, ni por todo el oro del mundo. “Es raro, pero tengo la sensación de que hoy hay más claridad de lo normal”.
Las cosas últimamente se están poniendo muy complicadas en mi zona de trabajo, todos hablan de cambiar de puesto, tienen miedo, se han escuchado demasiadas noticias acerca de asesinatos de trabajadores en polígonos industriales a altas horas de la madrugada, a manos de bandas, peleándose por un barrio, para poder desempeñar sus “trabajillos de extorsión y venta de drogas” y además, en muchos casos mis compañeros tienen familia. Yo no le doy mucha importancia a los comentarios que hacen acerca de la inseguridad de la zona, me parece que exageran.
Es raro: ¿qué hago yo trabajando de día? Hay demasiada claridad y siento como si hubiera perdido peso.
Hoy no tengo sueño, ni hambre, ni…
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El secreto enterrado

Estaban todavía medio dormidos, todavía era temprano para levantarse, total era domingo, y no tenían necesidad de madrugar. Escuchaban unos ruidos extraños en la parcela. Pensaron que serían los obreros que tenían contratados para hacer las reformas que querían hacer a la piscina y a la barbacoa, pero parecía demasiado pronto para que empezaran a trabajar, ya que normalmente solían empezar la tarea mucho más tarde.
El marido se incorporó de la cama y, decidido, se metió en la ducha para despejarse, poder ir a desayunar y controlar a los obreros, ya que si no, como siempre, harían cualquier cosa distinta de la que tenían que hacer.
Ya con el café en la mano, abrió la puerta de la casa y, como era su costumbre, se encaminó a saludar a los obreros y a ofrecerles un café, si ellos querían, ya que la mañana era muy fría y seguramente les apetecería tomar algo caliente.
El marido no entendía que es lo que hacían los dos obreros moldavos, que le estaban realizando la obra, metidos en el interior de un agujero que habían practicado junto a la piscina, y para lo que no tenían autorización, ya que esa parte de la parcela iba a ser terreno para poner suelo de plaquetas y no quería que nadie hiciera nada en el mismo. Los dos obreros parecían muy nerviosos y hablaban en su idioma de una forma sospechosa, que daba a entender, viendo que no alzaban apenas la voz y hablaban en susurros, que no querían que nadie se diera cuenta de lo que estaban haciendo.
El marido, muy indignado por lo que acababa de descubrir, empezó a enfurecerse y se desvanecieron las ganas de ofrecerles amigablemente un café, como cada día que empezaban con la labor. Al acercarse a los dos y descubrir el hoyo que habían hecho, su voz no se decidió a salir de su interior, debido a que el pánico se había apoderado de su ser.
La mente había tardado muy pocas milésimas de segundo, en asimilar lo que sus ojos habían contemplado en ese preciso momento, y era un anillo que, a su vez, estaba en el dedo índice de algún pobre desgraciado que, como él, estaría en el sitio y momento menos indicado de sus vidas. Los moldavos se giraron, y dirigiendo sus miradas hacia él, no tardaron en coger las palas y …
La mujer se despertó, y como era su costumbre bajó a ofrecerles un refresco a los empleados que, para su sorpresa, tenían acabada la parte del solado de la parcela ...
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El taxista y su destino

Llevaba todo el día recorriendo la ciudad en busca de clientes para poder recaudar el dinero que necesitaba para pagar el seguro del coche. Siempre los malditos pagos, cuando no es el seguro, es la avería de turno y si no los impuestos.
Era un día muy raro, apenas había personas por la calle, el tiempo era muy desapacible, oscuro, triste, frío, se notaba que las personas estaban ariscas, que no estaban llevando muy bien ese tiempo. De pronto como si hubieran aparecido de la nada surgieron dos personas y levantaron la mano para que me detuviera. En esta profesión estamos acostumbrados a hacer una valoración rápida sobre las personas que nos paran. Uno no se puede relajar ni un instante, ya que ha habido muchos casos de asesinatos de compañeros.
Pero hoy no era el día para hacer divagaciones sobre cómo serían estos dos ya que no llevaba casi nada ganado. Me alegré por fin al escuchar el destino. Iba a ser un trayecto que haría que desapareciera la preocupación por el pago del seguro.
Normalmente las personas que se suben al coche suelen estar calladas, pero cuando es un viaje relativamente largo, siempre suelen entablar conversación, bien con el conductor. O como era el caso entre ellos dos. Estaban extrañamente callados, pero se adivinaba en sus miradas una cierta complicidad que hizo que se me helara la sangre. No entendía el porqué pero algo no iba bien.. El trayecto era largo y empezamos a ascender por la montaña. Bajé la ventanilla para distraerme y para disfrutar del apasionante espectáculo que te ofrece la montaña a oscuras, despidiendo desde sus adentros las sombras más extrañas y los sonidos más ininteligibles que uno pueda escuchar. Todo en la noche nos parece más extraño, con un aire especial, le damos la trascendencia a las cosas que no le damos durante el día.
De repente uno de los ocupantes abrió la boca y casi me cago del susto, para indicarme que cogiera un desvío por una carretera sin asfaltar y muy bacheada. La oscuridad era total, solo rota por los haces de luz de mis faros. Recorrimos unos tres kilómetros y yo notaba que se me estaba haciendo un nudo en el estómago, que cogió mayor fuerza cuando vi al llegar al destino, que a la entrada de lo que parecía un garaje había barios coches a los que se les estaba preparando para pintarles única y exclusivamente las puertas delanteras.
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El viaje sin fin

Decidieron hacer una parada, dado que estaban agotados de tanto conducir. Llenarían el depósito de combustible para poder continuar la marcha, y así poder llegar a tiempo a la lectura del testamento. El viaje desde Viena era largo y con unas condiciones climáticas contrarias a sus intereses, ya que les retrasaban el viaje mucho y lo que más querían era llegar pronto para presentar la documentación que invalidaría ese documento, al que, si nadie hacia nada, les iba a enseñar lo que es la cruda realidad de la vida.
Divisaron a lo lejos las luces típicas de otra estación de servicio. No había un alma repostando. La verdad, muy necesitado tenías que estar de combustible para salir del coche con ese frío polar. Total, que no les quedaba otra. Se acercaron a la ventanilla, donde dormitaba el empleado y que ,al verles, se incomodó. Pidieron que les abrieran el surtidor y pagaron por anticipado, para no tener que molestar de nuevo al empleado.
Ya, de nuevo en el interior del coche, divisaron a lo lejos, en un lateral de la gasolinera, unas luces tenues y algo de humo que se dejaba entrever a través de las ventanas.
Decidieron acercarse a tomar unos bocadillos y unos cafés, para despejarse y que no les diera el bajón, mientras conducían. Al acercarse a la entrada, ya notaban que algo no iba bien en el interior del local, teniendo en cuenta que estaba lleno de gente, pero no se veía apenas vehículos en las cercanías de la cafetería.
Al ir a abrir la puerta se dieron cuenta de que la manilla de la misma estaba manchada de sangre y, lo que era más inquietante, todavía estaba fresca. Los dos se miraron al unísono y comprendieron que era el momento de marcharse de ese lugar y a ser posible sin que nadie notara su presencia, pero era demasiado tarde; abrieron la puerta en ese preciso momento y no daban crédito a lo que sus ojos veían. Estaba claro que la documentación que llevaban, nunca llegaría a su destino y lo que era peor, ellos tampoco... a no ser que ocurriera algo que cambiara lo que allí estaba pasando ...
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La niña del río

La niña tenía doce años, pero a pesar de su corta edad ya se adivinaban las curvas de la que iba a ser una de las jóvenes más bellas del pueblo. Se sentía segura de sí misma y, a pesar de que siempre le habían dicho que tuviera mil precauciones al acercarse al río, ella no entendía el por qué.
Estaba dispuesta a intentarlo, no le quedaba otra, tenía que cruzarlo a toda costa o sus padres se verían con el agua al cuello en cuestión de horas.
No podría imaginar que un río tan perfecto, que conducía el agua mansamente hacia la desembocadura en el mar, pudiera hacerle ningún daño.
Él la observaba desde la orilla, escondido entre los helechos, su respiración agitada le indicaba que había llegado el momento por el que había estado esperando tanto tiempo. No iba a tener piedad y se arrepentirían de todo el daño que le habían causado.
Ella se adentraba en el río con precaución, sintiendo el frío del agua al rozarle su suave piel, y en ese momento comprendió el porqué de los miedos de sus padres. Ya no había marcha atrás, el agua le llegaba a la cintura y apenas podía defenderse de sus... Mientras, observaba como los ojos hinchados de sangre y maldad le decían ...