lunes, 10 de mayo de 2010

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Las consecuencias

Se encontraban todos reunidos en una gran sala, que se había construido, con el fin de que no hubiera que utilizarla jamás.
Se estuvieron preparando todo tipo de técnicos y profesionales en la materia durante décadas, siempre con la convicción de que nunca llegaría el momento en que tendrían que poner en marcha todos los protocolos necesarios para que empezara a funcionar la Estación Perdición.
Le pusieron ese nombre, porque si se daba alguno de los posibles casos para los que se habían estado preparando durante todos esos años, habría llegado la perdición del ser humano y lo que llevaba intrínsecamente en su significado dicha palabra, supondría la pérdida de cientos de miles de vidas humanas, animales y vegetales. Se perdería por completo la forma de vida que hasta ahora conocemos.
Ahora se veían en la necesidad de hacer frente a esta catástrofe de magnitud colosal, que había provocado la desaparición de una cuarta parte del planeta y que amenazaba con extenderse a más países.
Curiosamente, existía una posibilidad de que la situación mejorará por sí misma y era el hecho de que si el viento cambiara y se dirigiera al sur, hacia los países, con menos contaminación, habría una oportunidad para el resto.
Tras mucho discutir, acerca de que era lo que había provocado, que la atmosfera se incendiara de aquella manera, llegaron a la conclusión de que habían sido una serie acontecimientos, que se unieron y eso fue lo que provocó tal desastre.
El doctor James, tras haber recibido los últimos informes de la Sociedad Internacional de Geofísica, pudo constatar, que lo que había provocado aquel incendio del demonio, fue el hecho de que entrara en erupción el volcán del Teide y que todas las partículas, que lanzó al exterior y debido a su composición y las elevadas temperaturas, con que se mantenían en suspensión, entraron en contacto con los gases, que durante tantas décadas el ser humano a estado contaminando la atmósfera y esto hizo que se prendiera una llama, cual infierno se hubiera abierto paso hasta la corteza terrestre.
Ahora, cómo en la mayoría de los casos anteriores, toca reflexionar, acerca de lo que se ha estado haciendo mal y toca llorar la pérdida de tantas vidas de seres queridos.
Habrá que plantearse una forma de vida distinta de la que hemos estado llevando hasta ahora y…
Sr. James, parece que el viento, está dirigiéndose hacia el norte, exactamente hacia nuestra posición. Los satélites no pueden enviar la señal de cómo va evolucionando la nube, debido a que al estar formada por miles de partículas metálicas, impiden que traspase la señal.
Señor ¿Qué hacemos, avisamos a la población?
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El cliente

Ahora en la tranquilidad de mi hogar, dando las últimas bocanadas de humo al cigarrillo, que probablemente, mejor me haya sabido en toda mi vida, reflexiono acerca de todo lo acontecido durante este interminable y traumático día.
Cómo iba yo a imaginarme que al recoger el coche del garaje y encaminarme al aeropuerto, me encontraría en situaciones tan extrañas y enredos de los que apenas sabía cómo resolver, y lo que acabo de entrar en la empresa y que apenas tengo conocimiento acerca de lo que es hacer una disposición con un cliente y mucho menos de las características de este.
Recuerdo perfectamente, cuando estando en la terminal 2 del aeropuerto de Barajas de Madrid y pendiente de la salida del cliente por la puerta número 6, se me echó encima el cliente, sin apenas darme cuenta de la situación.
Venía acompañado por una señorita de unos 34 años, guapa, rubia de ojos azules y un cuerpo de vértigo. Me la presento, cómo Cristina, sus secretaria “pensé, la que te afila los lápices” horas después, él mismo confirmo mis sospechas acerca de Cristina, que para ejercer las supuestas funciones de secretaria, estaba extrañamente callada.
Me chocó la cercanía con la que me trataba Jose, el cliente, echándome la mano por encima del hombro, al tiempo que decía alegrarse mucho por tener a su servicio a un conductor “cómo el decía joven y que iba de su rollo”. Mas tarde descubriría cual era su rollo.
Nos dirigimos al hotel Hesperia, que es uno de los mejores hoteles de la ciudad y me sorprendió que al acceder al mismo, disponía de la suite presidencial.
Fue ahí, en el hotel, donde todo empezó a torcerse de una manera, que yo no comprendía bien. Me refiero a que cuando llegamos, se encontró con que la habitación no estaba todavía preparada y esto provocó una gran discusión en la recepción, con una aptitud nada amable, por parte de José. Yo intentando pasar desapercibido, me recosté en uno de los sofás de la entrada del hotel y atónito a lo que estaba viendo, decidí ir a tomar un refresco al bar, con el ánimo de que cuando volviera al hall, todo se hubiera solucionado.
Cual fue mi sorpresa, cuando al girarme no me encontré con la cara de Agustín, el camarero, sino mas bien con la de José, que estaba recibiendo las disculpas de la relaciones públicas y que se ofrecía poco menos que a regalarle la estancia en el hotel.
José aceptó las disculpas y se fijó en que yo estaba en su área de acción. Me incitó a que me tomara un whiskey con él y yo recliné la invitación dejándole claro, que no podía beber alcohol cuando trabajaba y accedí a tomarme otra coca cola.
Se despidió de mí, cuando le avisaron de que tenía lista la habitación y yo le dije que le esperaría en la recepción, para cuando me necesitara.
Pasaron unas dos interminables horas de espera, cuando, tras bajar a las rodillas el periódico, que estaba leyendo, vi cómo José se dirigía a mí, para preguntarme si me encontraba bién y yo cómo es lógico y en mi papel, siendo muy correcto, le conteste, que perfectamente. A lo que él me dijo, que cuando me preguntara que si me encontraba bien, significaba, que quería que me fuera a beber un whiskey con él. Cómo es lógico rehusé la invitación otra vez y les aseguro que no iba a ser la única en el transcurso de aquel día.
En ese momento me preguntó si conocía la suite presidencial, a lo que le contesté que no, que nunca había subido a ninguna habitación de aquel hotel, que se pensaba, que yo con mi sueldo miserable, podía permitirme aquel lujo.
Se empeño en que subiera con él a lo que accedí, pensando previamente en que iba a tener que estar todo el día con aquella persona y más me valía intentar llevarme bien y hacer un servicio profesional, del que no tuviera la más mínima queja.
Ya en la habitación, se empeñó en que me tomara otra copa de whiskey a lo que le contesté que me tomaría gustoso un refresco. Tenía la impresión de que no le estaba haciendo mucha gracia eso de que no compartiera sus gustos por el alcohol. Estaba completamente borrracho y se le veía que había tomado algo más aparte del habitual whiskey, “esas cosas se notan enseguida” y desde luego que no iba muy desencaminado, cuando estando en el sofá de la suite, llamaron a la puerta y al ir Cristina a abrir, apareció un hombre de color, que parecía jugador de baloncesto. Iba vestido de marca, todo en él indicaba que podía permitirse cualquier lujo, por muy costoso que fuera. Se extrañó al verme y le hizo una señal, apenas perceptible a Cristina, que se acerco a su cara y le dio a entender que no tenía porque preocuparse, que era del todo inofensivo. Pronto descubrí, que era un camello al que habían avisado para que les suministrara algo de cocaína, para pasar el día.
Tras marcharse el camello, José, se acercó a la puta y le dijo que me enseñara la suite. Yo extrañado la seguía, hasta que de repente nos encontramos en la terrada de la misma, donde se podía ver que tenía un jacuzzi, repleto de agua tibia y que daba unas ganas locas de probar.
José se acercó a mí y me culminó a que me metiera en el interior del Jacuzzi con Cristina y disfrutara de ella, cómo si fuera una parte más de los servicios que ofrecía el hotel.
Rechacé tan extraña invitación, de la mejor manera que pude y puse una excusa para poder ausentarme de la habitación y poder salir de aquel embrollo.
Antes de marcharme, pude ver encima de uno de los sofás que había unas fotos en las que salía José. Me acerque un poco más, para ver si podía distinguir con nitidez, lo que contenían y se me heló la sangre, cuando pude ver en dos de ellas a mi cliente ejecutando con lo que parecía una glock a dos negros en algún lejano lugar, fuera de España.
Me giré para salir de allí de manera que nadie se diera cuenta de que había descubierto aquellas fotografías, cuandome encontré pegada a mí la cara de Cristina que me decía que ella también las había visto en el club, en que le había conocido y que estaba presa de sus…
No podrían salir de aquella situación sin tener que hacer algo de lo que se tendrían que arrepentir el resto de sus vidas y de lo que tendrían que guardar secreto por la eternidad.
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Ciudad maldita. La panadera

Otra vez me tengo que levantar, para preparar el pan a estos desgraciados. El día que se repartieron los trabajos en aquella oficina maloliente, no tuve la mejor de las suertes.
Al menos, no es de los peores. Me he enterado, de que a alguno de los que viajaron conmigo, hasta Ciudad Maldita, han tenido peor suerte que yo.
Me ducho cómo cada mañana, sintiendo cómo el agua caliente, abre los poros de esta piel dada de sí, debido a todos los bollos que me cómo, no puede ser otra cosa que gula. No acabo nunca satisfecha y así me va. Cualquier día reventaré la faja que me pongo, para intentar disimular esas toneladas de más. Ha llegado un momento en que me da igual, que se me caiga el sudor salado, sobre las masas que utilizo en la elaboración de la bollería. No se merecen nada mejor.
Son las 06:00 y cómo cada día, espero a Fernando, el lechero, para que venga a “encenderme el horno”, siempre ha sabido buscarme el botón, que hace que se ponga a la temperatura adecuada. Resisto el resto del día, sin tener que pensar en lo mediocre que soy y me distraigo pensando en los momentos que me hace pasar Fernando, untándome la mantequilla y masajeándome las nalgas, cual masa de pan fuese.
Ha llegado un momento, en que no puedo ponerme medias, porque no las venden de mi medida y he optado por llevar una bata color azul clara, como si fuese una enfermera, lo que hace que Fernando se ponga más cachondo y bruto de lo que habitualmente está. ¿Qué pensaría la arpía de su mujer si se enterará de lo nuestro?
Tengo entendido que su mujer estuvo a la sombra una temporada, por haberle abierto la cabeza a una mujer que miro con ojos deseosos a “su hombre”
Ya está el pesado del mecánico, para recoger la barrita pequeña de pan integral, de todos los días. Alguien debería decirle, que por mucho pan integral que coma, no se van a ir los kilos que tiene, por la puerta de ese taller lleno de mugre, que siempre está lleno de coches (debido a que no es capaz de arreglar ninguno) a no ser, que no deje de comer ese kilo diario, de embutido variado y regado todo ello, por el vino barato de tetra-brik, que hace que no sepa, ni que herramienta necesita para arreglar los coches.
Otra vez noto que me están volviendo los tics y que no puedo parar, de girar el cuello bruscamente, hacia el lado derecho. Noto también, que se me cae el hilillo de baba, por la comisura de los labios. Tendré que tomar la pastilla que me receto ese desgraciado. Cabrón. Mierda de Ciudad Maldita.

sábado, 1 de mayo de 2010

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Penélope

Llevaba toda la noche recorriendo las aceras de un lado para otro, con la esperanza de que algún coche parara y le hiciera una señal, para subir al mismo.
Vestía su habitual vestido negro de raso y se notaba en algunas partes del mismo, que el tiempo había pasado y que se había cebado con él. Seguramente, se debía, a que era donde ponían sus sucias manos los clientes, habidos de un intercambio sexual, para poder sacar fuera toda la frustración, que les generaba el estar, con parejas que no satisfacían sus necesidades.
- Insensatos, si supierais lo que tengo, no os atreveríais a acercaros a mi persona, para solicitar mis servicios, pero allá vosotros, yo tengo otras necesidades que no pueden desatenderse, por mucho que me duela, el que podáis acabar sufriendo mi desgracia.-
Se llamaba Penélope, tenía unos ojos verdes profundos, en los que se adivinaba una cierta vida pasada, llena de penurias y desgracias. En otros tiempos, esos mismos ojos, sintieron la felicidad, la alegría de compartir, junto con su familia y amigos, momentos inolvidables. Ahora sus ojos, iban a juego, con el pelo negro, color azabache, en el que se podía distinguir, ciertas canas, debido a que el tinte barato que utilizaba y que compraba en la habitual tienda de chinos, que abría las 24 horas, no era de una excelente calidad, que digamos.
Sus medias, al igual que el resto de la persona y complementos, estaban llenas de agujeros, eran de redecilla y se les notaban los hilos sobresaliendo a la altura del borde de la falda.
Penélope, en lo único que podía pensar, durante todo el día y desde hacía dos semanas, era en cómo iba, a poder encontrar, a la persona que se hiciera cargo de Tina, su hija, cuando ella ya, no pudiera estar a su lado y eso le comía por dentro.
-Pero que injusta había sido la vida con ella- Aún así, podía sobrellevarlo, pero no estaba segura de que no se fuera a derrumbar en cualquier momento, debido al problema, que tenía con Tina.
De pronto, cuando estaba cruzando una de las calles, más transitadas por coches, que iban buscando ese tipo de servicios, se acercó hasta ella, un monovolumen, que a ella le pareció haber visto alguna vez por la zona, lo que le produjo, cierta tranquilidad. Se animó, pensando que por fin, iba a comenzar a trabajar y esperanzada en que fuera una noche, en la que pudiera conseguir bastante dinero, de todos esos desgraciados. Esos salidos, tenían por divertimento, el hacer todo tipo de obscenidades, con su maltrecho y usado cuerpo.
Le extraño que le preguntaran, si tenía a alguien que le esperara, pues querían sus servicios para toda la noche, pero tal y cómo estaba la cosa, no iba a poner ningún tipo de impedimento y tras decirles que no y que estaba libre para ellos, se subió al coche y se encaminaron al domicilio de uno de los ocupantes.
Le ofrecieron una raya de coca, a lo que ella, que estaba acostumbrada accedió sin problemas. Tenía por costumbre, meterse algo para el cuerpo, para soportar mejor el trago de tener que estar con esos cerdos.
Ya en la casa, se excusó, diciendo que tenía que ir al cuarto de baño y al dirigirse al mismo, encontró una puerta entreabierta, de la que salía un olor fuerte, ácido, como si estuviera el aire viciado. Pudo ver encima de la cama de la habitación, algunas ropas y complementos, que no le costó mucho reconocer. Eran cosas de sus compañeras de zona, esas, a las que no había vuelto a ver, desde hacía varias semanas y por las que todo el mundo se preguntaba.