jueves, 3 de febrero de 2011

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Ciudad maldita. El administrativo

Toda la vida formándome, intentando seguir los pasos de mi familia. Nunca he pedido, ni he querido recibir un trato de favor por ser hijo de quién soy. He tratado de ir ganando posiciones dentro del banco, con trabajo y tesón.
Sé que he puesto a prueba el amor de mi padre en multitud de ocasiones, sobre todo aquella vez que me lié en el almacén con Petra “la becaria”. No puede uno escapar a los encantos de una bella joven, que se muestra ante ti día tras día, con esa ropa provocativa, marcando los pezones y llevando un tanga que sobresale por la cintura de esos pantalones, que hacen que se le marquen todas las curvas de su esbelto cuerpo y que tu mente se nuble, teniendo todo tipo de pensamientos obscenos y pensando en todas las posturas que probarías si la tuvieras a tu alcance.
El principal problema que hubo en esta historia, es que Petra, estaba allí, porque su padre, que era íntimo amigo del mío, le había buscado un puesto dentro de nuestro banco, como favor especial, ya que la muy zorra, quería coger experiencia para poder irse a trabajar a Alemania.
Yo más bien le habría mandado a Francia, porque eso si, si que se le daba bien “el francés”.
Resulta que yo he tenido que estudiar todo lo que he podido, presentándome a exámenes para subir notas y haciendo de chico recadero, para que ahora se me vaya todo al garete, por culpa de ésta… Lo mismo le da hacérselo con el hijo del dueño del banco, que con el mismo propietario del mismo. No estaba dispuesto a consentirlo.
Tomo pastillas a todas horas, desde que pasó lo del incidente, no he podido conciliar el sueño, ando cómo huido de todo lo que conozco y de los sitios que solía frecuentar. Tengo la impresión de haber hecho algo malo, algo que no consigo recordar del todo, ya que cada vez que lo intento, recibo una serie de pinchazos en mi cerebro, que consiguen que caiga en la más grande de las depresiones, y que quiera que ahogue toda esa furia y desconcierto interior en el fondo de un vaso lleno de bourbon. No he visto a mi padre nunca más y no entiendo porque, parece que no quiere cogerme el teléfono (Debe de estar muy ocupado magreándole el culo a Sara,”la nueva secretaria”, no recuerdo cuántas van ya. Si mamá se enterara, le arruinaría la vida, sin dudarlo un momento)
¿Por qué me escondo de la policía?, ¿acaso he hecho algo malo? No lo sé, pero tengo la impresión de que algo va mal y procuro que no me encuentren.
¿Por qué visto con estas ropas? ¿Qué ha pasado con mi traje de Armani, y dónde están mi reloj y mi anillo?
- (Aquí patrulla 12: creemos haber visto al sospechoso del asesinato de su padre en los alrededores del taller mecánico)
- (Va vestido con camisa a cuadros amarillos, con una mancha de color rojo en el costado, probablemente sea sangre de la víctima y lleva gafas de sol. También lleva unas deportivas, color verde claro, que parecen concuerdan con la pisada que se halló en la escena del crimen.)

miércoles, 2 de febrero de 2011

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El observador

Voy paseando por las calles de la ciudad. Calles llenas de gente, suciedad y repletas de coches, cada uno de ellos de un color diferente, llenos de artículos personales de los propietarios.
Me gusta vestir de una manera informal, generalmente con ropa deportiva, que haga que pase desapercibido a los demás. No es bueno que la gente se percate de mi presencia.
Últimamente he sido un poco descuidado y he conseguido centrar la atención en mi persona, por parte de las autoridades policiales. Seguramente no ayudó el hecho de que me llevara aquel Audi, con aquel bebé dentro. ¿Qué culpa tengo yo de que los padres sean tan descuidados?
Parece que la ciudad tiene vida propia. Pasan por ella multitud de personas con mucha prisa, haciendo sus encargos, trabajando, paseando, unos disfrutando de ella y otros a los que se les nota que nunca llegarán a encontrarse a gusto en la misma.
Paso muchas horas observando a las personas que me rodean, si no sería imposible percatarme del momento exacto en el que tengo que actuar.
Tengo ataques de ansiedad, puesto que nunca me había visto obligado a hacer esto por necesidad, pero me han dicho que si no consigo llevarles "otro" no podré volver a caminar libremente por esta vida de mierda.
Siempre me he considerado una persona afable, al que le gusta vivir la vida y disfrutar de todo lo que ésta ofrece. Iba a mi rollo y no molestaba a nadie, exceptuando a las personas que sufrían mis ¿cómo diríamos? pequeños robos por descuidos de sus propietarios que hacen que, de esa manera, aprendan a ser más cuidadosos con sus cosas. “Al fin y al cabo estoy haciendo un bien social”
Pero ésto es diferente, nunca he robado algo que conllevara el secuestro de bebés y que hiciera que estuviera dando un salto al vacío en lo que digamos es mi forma de vida.
Me engañaron, me dijeron que el bebé se lo devolverían a sus padres, depositándolo en algún sitio para que pudieran encontrarlo, pero he descubierto que no fue así, pues estuve pendiente de todas las noticias que salían en la prensa, radio, periódicos y televisiones y no conseguí escuchar nada relativo a la recuperación del mismo.
Ya está, se han dejado el coche abierto, siempre es lo mismo, se bajan y piensan “total, si es un momento para comprar el periódico o el tabaco de turno”.
Las llaves puestas, un buen motor, que hará que vuele con el coche y no puedan cogerme en un breve periodo de tiempo, para que me de tiempo a huir. Y el coche impecable, de este mismo año. Me voy a sacar una pasta pero con un extra. Lleva tapicería de cuero, color crema, madera por todas partes, GPS, Dvd, Mp3, techo solar, cambio automático, llantas de perfil bajo y lo más importante un…
¡Calla de una puta vez y duérmete, que enseguida llegaremos y te darán algo de comer para que dejes de berrear!
Mocoso asqueroso. Me está gustando esta nueva faceta de mi personalidad

miércoles, 30 de junio de 2010

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Ciudad maldita. El mecánico

No entiendo, cómo a pesar, de que le dejo el mono de trabajo a mi mujer, para que lo lave, siempre me lo encuentro, con la misma grasienta suciedad de todos los lunes.
Últimamente se está haciendo más descuidada de lo normal, parece que ya no le interesan las cosas del hogar y apenas si se relaciona con los vecinos.
Ella no me lo quiere reconocer, pero presiento, que desde que pasó el “INCIDENTE” no ha vuelto a ser la misma. La noto ausente, ya no le interesan las cosas que le cuento de los clientes que se pasan por el taller. Anoche, sin ir más lejos, le estaba explicando que me había llevado el coche al taller, Romero, el administrativo que nos concedió el crédito en el Banco de Rivas, para que pudiéramos comenzar una vida en común, pero, por más que me esforzaba en contarle, lo muy cambiado que lo encontré y que notaba en él ciertas rarezas, antes desconocidas en su persona, como por ejemplo, el hecho de que ya no viste de traje y que parece un cualquiera, que pudiera uno encontrarse por la calle, ya que tiene el aspecto de un vagabundo., ni se inmutó. Me pregunto muchas veces, si todos estos cambios que noto, que están sufriendo todas las personas que conozco, tendrán que ver, con la liberación de ese indeseable virus, que nos afectó a cada uno de nosotros de diferentes formas. Algunos, todavía no se han dado cuenta, pero no todos hemos sentido los efectos en lo que se diría, de una forma negativa, sino mas bien, lo contrario. Ha hecho que se agudicen los sentidos de algunas de las 436 personas a las que nos afectó, o cómo es el caso de Tomás, el carpintero, ha hecho que parezca un erudito en temas varios.
No sé, creo que no va a salir nada bueno de todo esto y algún día, tendrá que terminar nuestra reclusión en esta maldita ciudad.
Ha sido un día largo de trabajo, pero cómo cada lunes, me dirijo a la floristería de Herminia, para comprar unas violetas y llevárselas a la tumba de mí amad…
!Dios mío¡ ¿ cuándo va a terminar este calvario?

lunes, 10 de mayo de 2010

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Las consecuencias

Se encontraban todos reunidos en una gran sala, que se había construido, con el fin de que no hubiera que utilizarla jamás.
Se estuvieron preparando todo tipo de técnicos y profesionales en la materia durante décadas, siempre con la convicción de que nunca llegaría el momento en que tendrían que poner en marcha todos los protocolos necesarios para que empezara a funcionar la Estación Perdición.
Le pusieron ese nombre, porque si se daba alguno de los posibles casos para los que se habían estado preparando durante todos esos años, habría llegado la perdición del ser humano y lo que llevaba intrínsecamente en su significado dicha palabra, supondría la pérdida de cientos de miles de vidas humanas, animales y vegetales. Se perdería por completo la forma de vida que hasta ahora conocemos.
Ahora se veían en la necesidad de hacer frente a esta catástrofe de magnitud colosal, que había provocado la desaparición de una cuarta parte del planeta y que amenazaba con extenderse a más países.
Curiosamente, existía una posibilidad de que la situación mejorará por sí misma y era el hecho de que si el viento cambiara y se dirigiera al sur, hacia los países, con menos contaminación, habría una oportunidad para el resto.
Tras mucho discutir, acerca de que era lo que había provocado, que la atmosfera se incendiara de aquella manera, llegaron a la conclusión de que habían sido una serie acontecimientos, que se unieron y eso fue lo que provocó tal desastre.
El doctor James, tras haber recibido los últimos informes de la Sociedad Internacional de Geofísica, pudo constatar, que lo que había provocado aquel incendio del demonio, fue el hecho de que entrara en erupción el volcán del Teide y que todas las partículas, que lanzó al exterior y debido a su composición y las elevadas temperaturas, con que se mantenían en suspensión, entraron en contacto con los gases, que durante tantas décadas el ser humano a estado contaminando la atmósfera y esto hizo que se prendiera una llama, cual infierno se hubiera abierto paso hasta la corteza terrestre.
Ahora, cómo en la mayoría de los casos anteriores, toca reflexionar, acerca de lo que se ha estado haciendo mal y toca llorar la pérdida de tantas vidas de seres queridos.
Habrá que plantearse una forma de vida distinta de la que hemos estado llevando hasta ahora y…
Sr. James, parece que el viento, está dirigiéndose hacia el norte, exactamente hacia nuestra posición. Los satélites no pueden enviar la señal de cómo va evolucionando la nube, debido a que al estar formada por miles de partículas metálicas, impiden que traspase la señal.
Señor ¿Qué hacemos, avisamos a la población?
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El cliente

Ahora en la tranquilidad de mi hogar, dando las últimas bocanadas de humo al cigarrillo, que probablemente, mejor me haya sabido en toda mi vida, reflexiono acerca de todo lo acontecido durante este interminable y traumático día.
Cómo iba yo a imaginarme que al recoger el coche del garaje y encaminarme al aeropuerto, me encontraría en situaciones tan extrañas y enredos de los que apenas sabía cómo resolver, y lo que acabo de entrar en la empresa y que apenas tengo conocimiento acerca de lo que es hacer una disposición con un cliente y mucho menos de las características de este.
Recuerdo perfectamente, cuando estando en la terminal 2 del aeropuerto de Barajas de Madrid y pendiente de la salida del cliente por la puerta número 6, se me echó encima el cliente, sin apenas darme cuenta de la situación.
Venía acompañado por una señorita de unos 34 años, guapa, rubia de ojos azules y un cuerpo de vértigo. Me la presento, cómo Cristina, sus secretaria “pensé, la que te afila los lápices” horas después, él mismo confirmo mis sospechas acerca de Cristina, que para ejercer las supuestas funciones de secretaria, estaba extrañamente callada.
Me chocó la cercanía con la que me trataba Jose, el cliente, echándome la mano por encima del hombro, al tiempo que decía alegrarse mucho por tener a su servicio a un conductor “cómo el decía joven y que iba de su rollo”. Mas tarde descubriría cual era su rollo.
Nos dirigimos al hotel Hesperia, que es uno de los mejores hoteles de la ciudad y me sorprendió que al acceder al mismo, disponía de la suite presidencial.
Fue ahí, en el hotel, donde todo empezó a torcerse de una manera, que yo no comprendía bien. Me refiero a que cuando llegamos, se encontró con que la habitación no estaba todavía preparada y esto provocó una gran discusión en la recepción, con una aptitud nada amable, por parte de José. Yo intentando pasar desapercibido, me recosté en uno de los sofás de la entrada del hotel y atónito a lo que estaba viendo, decidí ir a tomar un refresco al bar, con el ánimo de que cuando volviera al hall, todo se hubiera solucionado.
Cual fue mi sorpresa, cuando al girarme no me encontré con la cara de Agustín, el camarero, sino mas bien con la de José, que estaba recibiendo las disculpas de la relaciones públicas y que se ofrecía poco menos que a regalarle la estancia en el hotel.
José aceptó las disculpas y se fijó en que yo estaba en su área de acción. Me incitó a que me tomara un whiskey con él y yo recliné la invitación dejándole claro, que no podía beber alcohol cuando trabajaba y accedí a tomarme otra coca cola.
Se despidió de mí, cuando le avisaron de que tenía lista la habitación y yo le dije que le esperaría en la recepción, para cuando me necesitara.
Pasaron unas dos interminables horas de espera, cuando, tras bajar a las rodillas el periódico, que estaba leyendo, vi cómo José se dirigía a mí, para preguntarme si me encontraba bién y yo cómo es lógico y en mi papel, siendo muy correcto, le conteste, que perfectamente. A lo que él me dijo, que cuando me preguntara que si me encontraba bien, significaba, que quería que me fuera a beber un whiskey con él. Cómo es lógico rehusé la invitación otra vez y les aseguro que no iba a ser la única en el transcurso de aquel día.
En ese momento me preguntó si conocía la suite presidencial, a lo que le contesté que no, que nunca había subido a ninguna habitación de aquel hotel, que se pensaba, que yo con mi sueldo miserable, podía permitirme aquel lujo.
Se empeño en que subiera con él a lo que accedí, pensando previamente en que iba a tener que estar todo el día con aquella persona y más me valía intentar llevarme bien y hacer un servicio profesional, del que no tuviera la más mínima queja.
Ya en la habitación, se empeñó en que me tomara otra copa de whiskey a lo que le contesté que me tomaría gustoso un refresco. Tenía la impresión de que no le estaba haciendo mucha gracia eso de que no compartiera sus gustos por el alcohol. Estaba completamente borrracho y se le veía que había tomado algo más aparte del habitual whiskey, “esas cosas se notan enseguida” y desde luego que no iba muy desencaminado, cuando estando en el sofá de la suite, llamaron a la puerta y al ir Cristina a abrir, apareció un hombre de color, que parecía jugador de baloncesto. Iba vestido de marca, todo en él indicaba que podía permitirse cualquier lujo, por muy costoso que fuera. Se extrañó al verme y le hizo una señal, apenas perceptible a Cristina, que se acerco a su cara y le dio a entender que no tenía porque preocuparse, que era del todo inofensivo. Pronto descubrí, que era un camello al que habían avisado para que les suministrara algo de cocaína, para pasar el día.
Tras marcharse el camello, José, se acercó a la puta y le dijo que me enseñara la suite. Yo extrañado la seguía, hasta que de repente nos encontramos en la terrada de la misma, donde se podía ver que tenía un jacuzzi, repleto de agua tibia y que daba unas ganas locas de probar.
José se acercó a mí y me culminó a que me metiera en el interior del Jacuzzi con Cristina y disfrutara de ella, cómo si fuera una parte más de los servicios que ofrecía el hotel.
Rechacé tan extraña invitación, de la mejor manera que pude y puse una excusa para poder ausentarme de la habitación y poder salir de aquel embrollo.
Antes de marcharme, pude ver encima de uno de los sofás que había unas fotos en las que salía José. Me acerque un poco más, para ver si podía distinguir con nitidez, lo que contenían y se me heló la sangre, cuando pude ver en dos de ellas a mi cliente ejecutando con lo que parecía una glock a dos negros en algún lejano lugar, fuera de España.
Me giré para salir de allí de manera que nadie se diera cuenta de que había descubierto aquellas fotografías, cuandome encontré pegada a mí la cara de Cristina que me decía que ella también las había visto en el club, en que le había conocido y que estaba presa de sus…
No podrían salir de aquella situación sin tener que hacer algo de lo que se tendrían que arrepentir el resto de sus vidas y de lo que tendrían que guardar secreto por la eternidad.
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Ciudad maldita. La panadera

Otra vez me tengo que levantar, para preparar el pan a estos desgraciados. El día que se repartieron los trabajos en aquella oficina maloliente, no tuve la mejor de las suertes.
Al menos, no es de los peores. Me he enterado, de que a alguno de los que viajaron conmigo, hasta Ciudad Maldita, han tenido peor suerte que yo.
Me ducho cómo cada mañana, sintiendo cómo el agua caliente, abre los poros de esta piel dada de sí, debido a todos los bollos que me cómo, no puede ser otra cosa que gula. No acabo nunca satisfecha y así me va. Cualquier día reventaré la faja que me pongo, para intentar disimular esas toneladas de más. Ha llegado un momento en que me da igual, que se me caiga el sudor salado, sobre las masas que utilizo en la elaboración de la bollería. No se merecen nada mejor.
Son las 06:00 y cómo cada día, espero a Fernando, el lechero, para que venga a “encenderme el horno”, siempre ha sabido buscarme el botón, que hace que se ponga a la temperatura adecuada. Resisto el resto del día, sin tener que pensar en lo mediocre que soy y me distraigo pensando en los momentos que me hace pasar Fernando, untándome la mantequilla y masajeándome las nalgas, cual masa de pan fuese.
Ha llegado un momento, en que no puedo ponerme medias, porque no las venden de mi medida y he optado por llevar una bata color azul clara, como si fuese una enfermera, lo que hace que Fernando se ponga más cachondo y bruto de lo que habitualmente está. ¿Qué pensaría la arpía de su mujer si se enterará de lo nuestro?
Tengo entendido que su mujer estuvo a la sombra una temporada, por haberle abierto la cabeza a una mujer que miro con ojos deseosos a “su hombre”
Ya está el pesado del mecánico, para recoger la barrita pequeña de pan integral, de todos los días. Alguien debería decirle, que por mucho pan integral que coma, no se van a ir los kilos que tiene, por la puerta de ese taller lleno de mugre, que siempre está lleno de coches (debido a que no es capaz de arreglar ninguno) a no ser, que no deje de comer ese kilo diario, de embutido variado y regado todo ello, por el vino barato de tetra-brik, que hace que no sepa, ni que herramienta necesita para arreglar los coches.
Otra vez noto que me están volviendo los tics y que no puedo parar, de girar el cuello bruscamente, hacia el lado derecho. Noto también, que se me cae el hilillo de baba, por la comisura de los labios. Tendré que tomar la pastilla que me receto ese desgraciado. Cabrón. Mierda de Ciudad Maldita.

sábado, 1 de mayo de 2010

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Penélope

Llevaba toda la noche recorriendo las aceras de un lado para otro, con la esperanza de que algún coche parara y le hiciera una señal, para subir al mismo.
Vestía su habitual vestido negro de raso y se notaba en algunas partes del mismo, que el tiempo había pasado y que se había cebado con él. Seguramente, se debía, a que era donde ponían sus sucias manos los clientes, habidos de un intercambio sexual, para poder sacar fuera toda la frustración, que les generaba el estar, con parejas que no satisfacían sus necesidades.
- Insensatos, si supierais lo que tengo, no os atreveríais a acercaros a mi persona, para solicitar mis servicios, pero allá vosotros, yo tengo otras necesidades que no pueden desatenderse, por mucho que me duela, el que podáis acabar sufriendo mi desgracia.-
Se llamaba Penélope, tenía unos ojos verdes profundos, en los que se adivinaba una cierta vida pasada, llena de penurias y desgracias. En otros tiempos, esos mismos ojos, sintieron la felicidad, la alegría de compartir, junto con su familia y amigos, momentos inolvidables. Ahora sus ojos, iban a juego, con el pelo negro, color azabache, en el que se podía distinguir, ciertas canas, debido a que el tinte barato que utilizaba y que compraba en la habitual tienda de chinos, que abría las 24 horas, no era de una excelente calidad, que digamos.
Sus medias, al igual que el resto de la persona y complementos, estaban llenas de agujeros, eran de redecilla y se les notaban los hilos sobresaliendo a la altura del borde de la falda.
Penélope, en lo único que podía pensar, durante todo el día y desde hacía dos semanas, era en cómo iba, a poder encontrar, a la persona que se hiciera cargo de Tina, su hija, cuando ella ya, no pudiera estar a su lado y eso le comía por dentro.
-Pero que injusta había sido la vida con ella- Aún así, podía sobrellevarlo, pero no estaba segura de que no se fuera a derrumbar en cualquier momento, debido al problema, que tenía con Tina.
De pronto, cuando estaba cruzando una de las calles, más transitadas por coches, que iban buscando ese tipo de servicios, se acercó hasta ella, un monovolumen, que a ella le pareció haber visto alguna vez por la zona, lo que le produjo, cierta tranquilidad. Se animó, pensando que por fin, iba a comenzar a trabajar y esperanzada en que fuera una noche, en la que pudiera conseguir bastante dinero, de todos esos desgraciados. Esos salidos, tenían por divertimento, el hacer todo tipo de obscenidades, con su maltrecho y usado cuerpo.
Le extraño que le preguntaran, si tenía a alguien que le esperara, pues querían sus servicios para toda la noche, pero tal y cómo estaba la cosa, no iba a poner ningún tipo de impedimento y tras decirles que no y que estaba libre para ellos, se subió al coche y se encaminaron al domicilio de uno de los ocupantes.
Le ofrecieron una raya de coca, a lo que ella, que estaba acostumbrada accedió sin problemas. Tenía por costumbre, meterse algo para el cuerpo, para soportar mejor el trago de tener que estar con esos cerdos.
Ya en la casa, se excusó, diciendo que tenía que ir al cuarto de baño y al dirigirse al mismo, encontró una puerta entreabierta, de la que salía un olor fuerte, ácido, como si estuviera el aire viciado. Pudo ver encima de la cama de la habitación, algunas ropas y complementos, que no le costó mucho reconocer. Eran cosas de sus compañeras de zona, esas, a las que no había vuelto a ver, desde hacía varias semanas y por las que todo el mundo se preguntaba.