miércoles, 17 de febrero de 2010

La mujer del cementerio

Tras llevar toda la noche circulando por la ciudad y viendo que no encontraba clientes que estuvieran dispuestos recibir mis servicios, decidí acercarme a uno de los cementerios de la ciudad. Allí seguramente encontraría alguno.
Me extrañó que al llegar a las puertas del cementerio del Este, no hubiera más coches, sin embargo pude ver uno de los coches de un compañero extrañamente con las luces dadas y el coche arrancado. No me dio más tiempo de pensar en ello, pues de entre las rejas de forja que coronan el cementerio, salió una señora con aspecto un tanto inquietante. Iba bien vestida, se diría con clase, pero cómo si la ropa no estuviera bien colocada.
Se subió al coche y me dijo que la llevara al cementerio del Norte. No le di demasiada importancia al hecho de que la señora saliera de uno y quisiera ir a otro. “Es normal, que cuando las personas estén recorriendo el cementerio, después se dirijan a otro, pues es normal que si han tenido diversos fallecimientos en su familia u amistades, dependiendo de donde vivan, se les lleve a alguno de los tres cementerios que hay en la ciudad”.
Había algo inquietante en su rostro, era una mezcla de satisfacción y de premura por llegar al destino. Tenía unos ojos vivos, negros, profundos. Su pelo negro era largo y estaba enredado, como si hubiera estado revolcándose por el suelo de un prado y éste estuviera lleno de espigas. Había algo inquietante en que la señora no parara de mascar, no entendía cómo saliendo de un cementerio, uno podría tener ganas de comer nada.
Llegamos al destino y me dijo que si podía esperar por ella, que volvería en poco tiempo. Obviamente que accedí a su petición, viendo tal y cómo estaba la noche era mejor aguantar.
Aunque realmente no me hacía mucha gracia el tener que estar visitando cementerios toda la noche. Aquí, en mi ciudad, siempre se ha escuchado una historia de terror en la que se dice que hay una mujer que algunas noches se aparece y se dirige a los cementerios para alimentarse de los muertos. Lo reconozco, soy un poco supersticioso, pero debería calmar los nervios.
La mujer apareció de nuevo y al subirse al coche, parecía más acelerada que cuando se subió por primera vez. Tuve la sensación de que sus ropas, todavía estaban más descolocadas y quizás un poco sucias. Se me heló la sangre, cuando me pareció entrever entre sus dientes un trozo de lo que parecía un hueso humano.
La mujer me indicó que nos dirigiéramos al tercer y último cementerio de la ciudad, el llamado del Sur.
Al llegar al destino, la señora me pidió el favor de que la ayudara a acceder hasta el interior del mismo con una excusa un tanto forzada. En fin, que le iba a hacer. La acompañé.
Llevaba toda la jornada circulando por la ciudad y se me había dado bastante bien, pero tengo por costumbre acabar mi jornada de trabajo por la zona del cementerio del Sur, ya que suele ser una zona tranquila en que las personas que cogen un taxi, siempre suelen ir calladas y eso a esas horas de la noche es lo que necesito.
Me extrañó que al llegar al cementerio hubiera ya otro taxi arrancado y con las luces dadas. Extrañamente no estaba el conductor en su interior.
Buenas noches señora. ¿A dónde vamos?

1 ):

Rosa dijo...

Qué curioso...muchas historias tienen que ver con conductores de taxis o de turismo de lujo... por qué será...

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